Minimalismo digital, POR FIN llegó el momento 🤫
No soy anti-redes, soy pro-silencio. No es abandonar el juego, es hackearlo.
Hoy voy a irme a un punto más ensayístico, aviso. ¿Por qué? Porque me apetece y como esta newsletter es gratis, pues me doy el lujazo (y sobre todo porque el tema lo merece
He cambiado de trabajo, por si no lo sabías.
Antes que nada, quería haceros una pequeña actualización personal desde la última newsletter. Ha sido un momento de transición muy bonito y necesario en mi vida, un cambio de etapa, en el que, aparte de muchos cambios personales he tenido uno (y bien importante) profesional.
He cerrado una etapa preciosa en This is Odd, una etapa que recordaré con un cariño enorme y que siempre estará conmigo, bien cerca. Quien me conoce sabe que siempre he sido de construir: primero fueron edificios (sí, soy arquitecto, surprise), luego conexiones.
Llevaba tiempo buscando cómo unir ambas en un proyecto a largo plazo y, como a veces ocurre, la oportunidad apareció con un timing perfecto: una marca, un equipo y un proyecto que me ilusiona y que me permite volver a conectar con la arquitectura y el social media a la vez. Llevo casi dos meses viviendo mi nueva etapa en lo que va a ser mi nuevo hogar, Kave Home, y estoy disfrutándolo a todos los niveles…
Pero esta freakletter no tiene que ver eso… O quizá sí. Bueno, todo tiene que ver con lo que vamos a hablar hoy. Así, que, sin más turra, abramos el gran melón de este siglo: la adicción que tenemos a internet y a social media.
La era de la hiperconectividad nos está distanciando. Y sí, está diseñada para eso.
¿Pero cómo puedes decir eso Fox, si tú trabajas en social media? Lo digo y no, no hay hipocresía en ello, hay ilusión y ganas de aportar al cambio que se está gestando y quiero vivirlo en primera persona. Me encantan las redes sociales, las defiendo, pero tenemos que evolucionar ya (de hecho ya lo estamos haciendo). Me explico.
Llevo más de un año hablando de la nueva etapa que se viene en social media y seguramente todos estáis sientiéndola, intuyéndola o necesitándola. Estamos en la era del Maximalismo digital, en el que tanto las marcas, las redes y los dispositivos están diseñados para embutirnos contenido y ya empieza a ser insostenible. Spam, adicción conductual y contenido vacío diario. Necesitamos reconectar con nuestra esencia humana pero no podemos.
Lo que en un inicio fue una idea de un genio, como el iphone, que tan solo pretendía ser un dispositivo que fusionara llamadas y música todo en uno, ha acabado convirtiéndose en un compañero vital que tiene un peso enorme en nuestro lifestyle.
Caballos de troya y casinos de tiempo.
Las redes sociales y los dispositivos no nacieron como los casinos en los que se han convertido a día de hoy, en los que la moneda de juego es tu tiempo. Han evolucionado tan rápido y sin preguntar a nadie que han conseguido que, sin darnos cuenta, nos pasemos horas y horas apostando nuestro tiempo a cambio de dos elementos clave, instintivos del ser humano: la recompensa aleatoria y la necesidad de la aceptación social. De hecho acabo de parar para mirar el móvil. LOL.
Entrar cada X minutos para ver si tienes una notificación nueva, un reel que te haga reír, un mensaje de tu crush es la definición literal de recompensa aleatoria. Entras, ves una notificación (roja, por cierto, color de la alarma), vas a tu perfil y ves que tu último post tiene 20 likes. Nice, dopamina. Vuelves a entrar… No hay nada. Frustración. Vuelves a mirar la pantalla, un mensaje que quieres contestar instantáneamente. Dopamina. Así es como funciona y como acaba generándote adicción conductual.
Y si hablamos de la aceptación social, básica en el nuestro desarrollo y nuestra supervivencia, es el core del ser humano. Por mucho que digamos lo contrario, nos importa lo que piensan los demás y las redes sociales son un validador extraordinario para eso. Más likes, más aceptación. Menos likes, menos aceptación. Así para resumirlo. Incluso comprarte las gazelle o el iphone tiene gran parte de aceptación social.
La realidad es que ni tú, ni yo hemos elegido voluntariamente estar mirando más de 85 veces de media el móvil, ni más de dos horas y media al día en redes (la mayoría de facebook), pero es el momento en el que vivimos. Nunca nos han preguntado. La tecnología ha entrado en nuestra vida por una pequeña rendija (como tener música y llamadas todo en uno, ver las fotos de tu sobrino o jugar con tu amigo el que vive en USA) y se ha quedado en nuestra vida, diseñando nuestra rutina, llena de ruido digital.
The big problem: No podemos controlarlo.
A día de hoy es obligatorio (bueno, o casi, pero dejémoslo ahí) y está bien, me refiero, es una linterna, una cámara, un editor, una brújula, una tele, un libro, un nivel, un teléfono, una libreta, un espejo… ¿sigo? Hace 30 años esto sonaba a brujería y es increíble poder tener todo eso en el bolsillo.
Y aquí viene la trampa: ¿cómo no voy a querer tener todo eso? Está bien tener todo eso por supuesto. Pero no lo pensamos mucho más y una vez lo tuvimos en nuestras vidas, Zuckerberg y compañía hicieron con su magia que fuera insostenible a cambio de billetes. Ha sido un caballo de troya en toda regla.
Y no, no es insostenible porque esté lleno de contenido y de ruido digital, es insostenible porque no somos capaces de CONTROLAR Y ELEGIR qué tipo de contenido vemos y cuánto tiempo estamos. Hemos perdido el control y eso es el cambio más grande que ha tenido la sociedad en este siglo.
Vale, catástrofista…
¿Y ahora que hasemo’, nos matamo’?
Por si no pillas la refe…
Después de toda esta chapa tóxica, negativa (pero real) que ha puesto algo que no. queremos hablar en general, vengo a arrojar un poquito de luz. La humanidad ha sobrevivido a esto y a mucho más, somos un ente que se autorregula y que acabará por encontrar un ecosistema digital que nos permita vivir de una manera más sana. Evolucionaremos y estamos en un punto clave.
No soy de los que piensa que en 20 años vamos a estar con unas apple vision en la cara, con las redes en el cerebro, sentados en casa sin movernos, atrofiados emocional, psicológica y físicamente. De hecho creo que el primer gran cambio vital que vamos a hacer va a ser sustituir las pantallas por herramientas que nos permitan el movimiento, la postura erguida y volver a hacer cosas humanas.
Pero volviendo al ahora… Si trabajas en social media estarás viviendo una odisea, intentando publicar cada día, midiendo el engagement, intentando acumular números (que la mayoría de veces están bastante vacíos) en una rueda inacabable que pierde el sentido. Puro spam para quien lo ve y para tu alma.
Sin propósito, sin mensaje, sin valor. No es el camino, de hecho es lo que nos ha llevado hasta aquí.
Y no es culpa de nadie, de nuevo, son las normas del juego que nos proponen Instagram, Facebook o TikTok. Pero si no cambias esta manera de pensar, vas a quedarte obsoleto y frustrado en poco tiempo. Hacer eso es cortoplacista, piensa un poco más allá, piensa cómo caería esa manera de trabajar en un mundo en el que la gente empiece a adoptar el minimalismo digital porque ha habido un efecto rebote al ruido digital de ahora…
Exacto, serías esa persona que se pone a hablar a gritos por teléfono en una biblioteca. Totalmente fuera de onda.
El silencio es élite. Es sexy. Y es mi nueva narrativa como estratega.
¿Nunca habéis estado viendo Youtube de fondo mientras cocináis y de pronto se ha hecho el silencio? ¿Cómo has reaccionado? Obvio, te has girado a mirar. Te ha generado interés el contraste y sí, te has comido un anuncio de myinvestor.
El silencio en un mundo en el que todo habla es interesante y no el silencio en sí, sino el silencio como concepto. La tranquilidad, la calma, la no ansiedad digital. Hay muchos tipos de silencio, puede ser visual, puede ser sonoro, puede ser que simplemente publiques una newsletter cuando te apetece, puede ser que no publiques stories, que no seas bold en la manera en la que hablas, que no compartas absolutamente todo, que solo vistas de un color con básicos…
Hay muchos tipos de silencio y de hecho, las marcas de lujo, lo están usando ya como narrativa de marca. No os lo digo yo, lo decimos varios:
Esto es solo un pequeño ejemplo de cómo va a ir evolucionando todo y de cómo no va a ser apocalíptico. El silencio es un valor que estoy aprendiendo a disfrutar y a buscar, que estoy integrando en mi vida todo lo que puedo. Quizá me hago mayor, pero cada vez quiero hablar menos, pero mejor.
Esto es un pequeño ejemplo de la revolución silenciosa que vamos a vivir y como profesionales de marketing tenemos que estar preparados para ser early adopters y defensores del cambio de etapa. Yo ya os he avisado, si no lo hacéis, os vais a quedar atrás en la época que recordaremos como “Los casinos del tiempo”.
No somos anti-redes, somos pro-silencio. No es dejar de publicar, es hacerlo con intención. No es abandonar el juego, es hackearlo con sentido.
De nosotros depende reconectar, darle sentido al contenido que hacemos, adoptar un estilo de publicidad más sano y sostenible (que a la larga te dará más beneficios que publicar por publicar). Y es por eso por lo que tengo ilusión, por poder aportar mi granito de arena en una revolución que nos va a asentar como personas que controlan su tiempo y que decidirán qué contenido quieren ver y cuándo.
Ahí es dónde de verdad se va a ver el talento dentro del social media, cuando la gente pueda decidir que ve y no sea dominada por algoritmos, notificaciones y dopamina barata. Ahí es dónde quiero llegar y, de hecho, si puedo llegar el primero, mejor.
¿Y yo? Minimalismo digital como nueva personalidad.
Siempre he pensado que, como estratega, tenía que estar al día de todo lo que pasara en social, consumirlo, sacar conclusiones, referencias… Pero he caído en el juego y además con una justificación (como seguramente tengáis todos vosotros). Pero no es verdad, de hecho creo que es lo contrario. Escuchar ruido constante solo te va a enseñar a hacer más ruido.
Llevo mucho tiempo intentando alimentarme de otros modos: libros, arte, conversaciones, arquitectura, deporte, historia, filosofía… Acompaño esto con ayunos de dopamina intentando volver a tener el control sobre mis instintos digitales y cada vez más estoy volviéndome más minimalista a todos los niveles: menos ropa, menos objetos, menos colores (estoy pensando en vestir siempre de blue navy y negro), menos apps, menos estímulos rápidos, móvil apagado totalmente varias horas, correr sin móvil por la montaña un par de horas (me he llegado a perder, cero comentarios sobre esto), más tiempo de silencio total (duro esto), dormirme sin podcast...
Todavía no puedo deciros mucho más porque es un proceso, un viaje que estoy emprendiendo ahora de la mano de Cal Newport y su libro “Minimalismo digital”, pero sí que os puedo decir, que me siento mejor, que tengo mejores ideas y que me siento más conectado a la gente y, sobre todo, a mí mismo.
Lo necesitaba.